lunes, junio 22, 2009

Trizas


hoy encontré el último cadáver de nosotros
costurón abierto al centro por un pez de plata
y me costó creer que haya pasado tanto
porque el tiempo entre los dos se hizo amarillo
en los bordes filosos del recuerdo
que ahora cortan como un frío necesario
en la distancia
alas
si preciso recordarte.

entonces no supe todo lo que tú
no busqué sintaxis para el resto.
¿qué principio se sienta a mirar el fin?
¿quién que quiera el fin se sienta a mirarse los principios?
¿qué decir frente a un cadáver que aparece entre papeles
lleno de versos sin salida
que no sirven si te olvido?

ahora presiento un quiebre con las trizas.
rompiendo presentí que el tiempo hizo de ti y de mí
una postal vacía;
manchas húmedas o coágulos
la tibia imitación de un libro sobre nada
sin páginas ni nada
sin costura.

tuve que deshacerme del misterio
de una vez por todas
por mi calendario nuevo y la tibieza.

si te escribo no es queriendo provocarte
es tratando de saber si en tu distancia algo se nos rompió
también
como todos los tendones

si escuchaste

como todas nuestras plumas.

viernes, junio 19, 2009

Nudo


Para Fede

Lo que ninguno anticipó fue hacernos daño. Creo que poco a poco todos llegaremos a esa conclusión como un consenso a la distancia. Cuando volvamos cargando la mochila al punto de origen, con cierto aturdimiento todavía a media digestión, con San Francisco como una de esas cáscaras de golpe que nunca se desprenden por completo. Y no lo anticipamos ayer, porque cada uno fue al Museo de Arte Moderno atraído únicamente por la retrospectiva de Tom of Finland. Porque por más abierta y lujuriosa que pareciera la ciudad, asumo que ninguno fue al museo con la idea de conquista. Pero el azar juntó en la misma sala a cuatro espectadores más. Yo circulando en el mismo carrusel sin sospechar lo próximo. Todos volviendo a los dibujos una y otra vez con un grado de emoción que no tenía tiempo para desenfocarse en ligues. O tal vez sí.

Al fin y al cabo éramos sólo nosotros y todas aquellas imágenes desplegándonos sexo. Fue inevitable que al final la sala se volviera un cruce directo de miradas. Igual fue inevitable que termináramos hablando de las piezas favoritas; de las luces y sombras, del lápiz, del cuero, de la exactitud en tanta caricatura de hombre junto. Tal vez mirarnos tuvo que ver con descubrirnos cosas en común aunque éramos totalmente desconocidos. Tal vez tuvo que ver con nuestras barbas, los antebrazos tatuados, los espejuelos, las espaldas, el color de nosotros en una sala con demasiado blanco y negro. A fin de cuentas todos estábamos solos en la ciudad y preferimos el museo antes que malgastar el día tratando de lograr polvos de vacación. Eran casi las tres de la tarde. Nos estrechamos las manos, nos miramos bien y nos dijimos cosas al oído. Poco después, entre presentación editada y caminata hasta una barra, descubrimos que el azar había juntado a cuatro artistas plásticos y un músico. La coincidencia era prometedora y cómica y tuvimos que brindar. Según rotó el reloj, los Mai Thais y las cervezas, lo nuestro se volvió un afiche de la exhibición. Entonces estábamos al aire, a las seis y tanto de la tarde, cinco hombres barbudos, tatuados, perforados, besándonos y toqueteándonos lascivo en un balcón sobre la calle Folsom. Nos deteníamos por ratos pero estábamos envueltos. Por ratos, también, me levantaba a respirar. Sonreía borrachísimo frente aquel sentirme lejos a pesar de que un deseo parecido empezaba a desatarse. Sentí, que aun desnudos, seguiríamos siendo cuatro artistas plásticos y un músico. Que eso salvaría. Y pareció perfecto.

-¿Te vas?
Dudé si contestar. Mi plan era no despertar a nadie. Recogí mi camiseta del suelo, me puse los espejuelos y volteé. Mirándolo, tuve la sensación premeditada de extrañarlo. Estaba aturdido. Alrededor, la panorámica de la habitación se estiraba con el rigor de un despertar al caos. Los otros tres seguían dormidos, desnudos y acurrucados entre el boceto de sábanas crema manchadas de vino.
-¿Estás bien?- Volvió a preguntarme él, soñoliento, cortando mi pausa.
- Tengo que ir al hotel a buscar mi mochila.
-¿En serio?

Se miró la muñeca buscando reloj pero ninguno de nosotros tenía.
-En serio. Mejor sigue durmiendo.
Miró la cortina, o la vaga claridad detrás de la cortina, y se quedó en silencio. Tal vez tenía tanto dolor de cabeza como yo. Tal vez no había despertado. Se sentó cuidadosamente en el borde de la cama y rastreó con la vista sus pertenencias. Tomé las llaves de mi habitación y caminé con los tennis en mano tratando de no sonar las maderas. Me deslice entré las sábanas y los besé a todos tenuemente en la boca tratando de devolverles ternura. El músico fue el único que estiró la mano y entreabrió los ojos..
-Papi, please, llama.- Fue todo lo que dijo.
Le acaricié un poco y asentí con la cabeza. No habíamos intercambiado números pero no quise hacérselo saber.
-Es temprano todavía.- Interrumpió el otro aún sentado al borde de la cama.
Me moví hasta él y lo miré de cerca. Estuve a punto de preguntarle por la niña tatuada en sus costillas pero no había necesidad de hacer preguntas. Apenas nos conocimos ayer. Estábamos de viaje.
Me arrodillé frente a él, cerré mis manos alrededor de sus tobillos, y lo besé.
-Mejor espérame y buscamos donde tomarnos un café.- interrumpió agachándose para buscar el calzoncillo.
Volví a besarlo.
-Mejor no.- Concluí. Y creí que nuestras barbas engranaban.

Cuando intenté levantarme a la huida, su abrazo me tomó por sorpresa. Su cuello era perfecto para mí. Pero no dije nada. Correspondí olvidándolo todo porque sé que los finales ameritan el principio de lo último. El cuarto era una bomba de olores. En el estómago el mal sabor del ron y los fluidos. Recosté mi cara en su hombro y me dejé llevar.

A un lado de la cama estaba un pequeño estudio de grabación improvisado y todos los instrumentos de viento recostados contra una pared anaranjada. Sobre la cama, aún, el saxofón con el que todos jugamos la piel y los turnos. El resto era el pellejo de la noche. Cajetillas, botellas vacías de Beujolais, condones que nunca abrimos, ropa tirada, marcadores, vibradores, la mecedora rota. En la mesita de noche: la pipa, nudos de marihuana, pastillas, tinta china, poppers, lubricantes, cocaína. Poco a poco todo recobraba su forma según se inundaba de claridad la habitación. Al fondo parecía proyectarse la película de lo que hicimos. Quise aprendérmelo todo para el recuerdo. Pero estábamos en el abrazo.
-¿Te vas de verdad?– Preguntó con voz de niño desde el sueño.
Estuve a punto de contestarle sí, me voy, porque siempre me estoy yendo, porque con poco tengo para armarme la película y no quiero. Porque sentí que todos me movieron fibras, que me moviste fibras chico, y yo no vine para esto. Además mi vuelo sale a las 10:43 de la mañana y esto es una trampa de tiempo. Está riquísimo el abrazo y todo, me quedaría aquí, pero tengo que irme. En serio. O tal vez no. Sólo si quieres puedo quedarme un rato más. Puedo pagar un cambio de pasaje hasta que tú te vayas. Estamos en San Francisco, lejos, no nos sabemos el mapa. Podemos perdernos, ir al café y hablar de quienes somos sin alcohol y con la ropa puesta. Sólo si quieres.

Pero antes de decir, se desprendió de mí muy natural cuando acabó el abrazo. Los abrazos siempre acaban. Me acarició la barba, me olió un poco entre la nuca y los labios, volteó hacia los demás, y se encerró en el baño.

lunes, junio 08, 2009

Pequeñas construcciones de papel sobre la crisis


1.
no tenemos
una línea
un rebelde en la orilla al filo de una epidemia
coleccionistas de bonsáis para la isla.
sólo la gran telenovela del estímulo criollo;
los 7,816 despidos
como un maldito préstamo
para superar la crisis.


2.
ayer mismo enviaron las cartas
para el estado de ánimo.
hoy la miseria se instala
en la espera.
las garras buscan hogar o cuerpo
el pais
un escenario para la manifestación
un agricultor para su
sueño seco.


3.
mientras el gobernador anunciaba los despidos en una conferencia de prensa que transmitía en vivo por televisión hubo amenazas de bomba.

un misterio bajo el sol.


4.
TEXTEA
“A mí me dieron la carta”

TEXTEA
“No tengo plan B”


5.
Puerto Rico
“Esto es un asalto”

6.
si la lengua sale del barrio
los obreros
expondrán sus trabajos en la plaza de la revolución.

7.
temen que las lluvias disparen
sobre las amenazas de bomba.

en dos ocasiones la transmisión fue interrumpida por el sistema de emergencia para difundir alertas de meteorología.

el lunes
hay
posibilidad de inundaciones.


8.
ante la crisis
otros cinco asesinatos en veinticuatro horas
roban banco
tres asesinatos más
cinco lechones, un perro
y dos antenas de recepción satelital fueron hurtados;
un joven protesta
solo
para nada.

sube el telón, baja el telón
aparecen varios carros con cristales ahumados.


9.
Los hechos se confunden con las mentirillas sanas para dar color a las historias.
Aquí su convención.

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Jugué por primera vez al Poema Dadaísta con Nicole Cecilia Delgado, en una lancha de Vieques a Fajardo, en diciembre de 2006. Para aquel entonces yo sólo sabia las reglas, y le propuse jugar escribiendo palabras y preposiciones en un trozo de papel, que despues cortamos y pegamos en un orden azaroso segun salían de una bolsa plástica o del cuenco de la mano. No recuerdo exactamente el orden de las cosas, pero luego, armando la estructura de un taller de escritura creativa que impartí el verano de 2008 para estudiantes de escuela públicas en un convivio de inteligencia emocional, investigué un tanto sobre el juego y conseguí las reglas originales en el libro -Siete manifiestos DADA. El caso es que el poema dadaísta, como invencion y recurso de un movimiento que partía del azar, la locura y el sinrazón, me ha parecido pertinente para trabajar algunas cosas últimamente de las que no he querido sentarme a escribir porque, aunque hay mucho que decir, lo que se tiene que decir no me sale. Entonces el azar, y el recurso del poema. Según las reglas contenidas en el libro, para hacer un poema dadaísta:
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Coja un periódico.
Coja unas Tijeras.
Escoja un artículo y recórtelo.
Recorte luego, con cuidado, cada una de las palabras
o si quiere, algunas frases que forman el artículo.
Métalas en una bolsa. Agítela suavemente.
Luego saque las palabras una a una.
Copie en el mismo orden en que salieron de la bolsa.
Cuando finalice, léalo en voz alta.
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En 2008, Nicole Cecilia y yo aprovechamos su visita para impartir dos talleres, uno de ellos enfocado en la escritura, y el otro en el diseño y construcción de libros objetos. Taller del cual, salió el gran Epifonema de un amor de Aixa Ardín Pauneto. En los talleres de Escritura creativa utilizamos El poema dadaita como recurso. Alrededor de ello, Nicole y yo, que ya habíamos hablado de la necesidad de escribir sobre el estado del pais (estábamos leyendo El pájaro loco de Iván Silén, la gasolina sobrepasaba el dólar, se hablaba insistentemente de la situación crediticia del país) decidimos utilizar el ejercicio para, tal vez a modo de oráculo, o a modo de pie forzado, dar el primer paso con respecto a una poetíca sobre la crisis. Por mi parte, había dejado sobre la mesa el tema. Tampoco estuve escribiendo mucho. Sin embargo, esta semana volví a dar un taller como parte de un campamento de verano y he vuelto a pensar el poema dadaísta para retomar aquello que dejé en pausa. Lo cierto es que hoy, después de haber jugado todos estos días, cambié las reglas de la bolsa, un poco porque sí, y puse sobre la mesa todas las palabras recortadas del periódico, oraciones, preposiciones, para crear combinaciones coherentes, cuerpos poeticos cortos, sugestivos según el contenido de tres diarios de esta semana. El resultado no es ya un poema dadaísta, pero nacieron alrededor de su idea. La razón estuvo, pero tuvo que trabajar con las palabras dadas, con los recortes que habían.

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Diversidad