domingo, septiembre 23, 2012

Para mirar el caos

 


Cartón. Otra vez un libro cartoneado. Otra vez cartón para una nueva apuesta. Esta vez color azul, añil, como de mar de globo terráqueo. Nada de texto en la portada ni en la contraportada. Sólo el azar de la pintura acrílica azul y un hilo rojo amarrando 68 páginas. ¿La nueva apuesta? Ataque de risa, ataque de llanto: primer libro de la poeta y artista, Michelle Rodríguez Olivero (Carolina, 1989).

Dividido en 8 partes, y con el prólogo certero de Laurie Garriga, titulado En nombre de los ataques, este corto poemario es el registro de la mirada y el lenguaje poético de la autora ante el caos, o su síntesis.

En él, el caos se percibe como contexto inevitable, se trata una onda expansiva que en su azote ya ha sumado un saldo de cuerpos esparcidos a la panorámica; muerte, muchas muertes, incluso espanto y miedo. ¿La causa del caos? Supone uno que se trata de esta altura del tiempo. Igual de la violencia atroz y desmedida que ha experimentado la isla recientemente. “Todo está podrido”, dice. “La basura,/ los escombros,/ la sombra de las cosas/ se han levantado/ sobre/ nosotros”; “esa mugre impune/ en nuestro rostro”, afirma luego.

Pues bien, frente al rostro del lector aparecen cadáveres de mujeres que se rompen en el proceso de ser naturaleza muerta; sangre derramada sobre brea, bocas, migajas delatando una suerte de pobreza y de hambre; la madre y La Luna en sus respectivas casas, abriendo pechos, mereciéndose poemas. No sorprende entonces que la mirada sea una constante; que el lector salte de imagen en imagen como tomado de la mano de una versión dolida del flâneur baudeleriano -esa figura emblemática de la experiencia urbana, en tránsito- que acá avista, ha leído y reconoce la violencia, la animalidad, lo humano y la naturaleza tratando de enraizarse y recrecer. Eso, aunque a veces, también, evite la mirada. “No puedo mirar/ a nadie/ a la cara./ Temo reconocerlos como el blanco,/ leerles encima/ la fecha de su muerte”. Y es que la muerte, en el poemario, ronda; es una amenaza -no necesariamente natural- que aterra. El dónde del caos es Puerto Rico. Sólo un nombre en todo el libro lo sitúa: San Juan Park. Pasaría por desapercibido, pero la curiosidad obliga a hacer la búsqueda. Luego uno recuerda. Se trata del condominio de Santurce en el que fue asesinada a puñaladas, el 19 de marzo de 2011, una mujer embarazada y sus dos hijos. Nuestra flâneur la ha visto al parecer. A la madre asesinada y a otros espectadores “de deseos banales” que “miran, solo miran” (el cadáver).

Antes, frente al cadáver silvestre de otra madre, la poeta ha conversado sin saber cómo fue que la mataron. “Ella, puede ser el mismo caso, igual a tantas otras”, dice, como sabiendo del patrón de crímenes, de la violencia de género, del alza de las cifras, de la inhumanidad.

Con respecto a lo humano, la imagen de la madre -que también enfoca hacia la experiencia familiar de Rodriguez- es, en este libro, su signo. Aunque foco de lástima, la madre es también el llanto, el deber, el amor, la familia; es la necesidad y quien ha impartido el alimento y la enseñanza con sapiencia. Sin embargo, la poeta reconoce, igual, a la madre como blanco. Sabe el lector que a la madre también se le puede leer la fecha de su muerte encima, que la muerte llegará, que un día no quedará humanidad ni migajas; sólo el hambre cruel, que no se ha experimentado del todo todavía, y “la innegable animalidad” de la gente. Gente nosotros, -hijos, al fin y al cabo, que tal vez no aprendimos bien de nuestras madres el asunto de lo humano; esto último es lectura mía.

“Ahora las migajas/ me hacen tanto sentido.” Dice. “Los hijos no tienen idea/ no saben alimentar a la madre.”

Así, Ataque de risa, ataque de llanto, puede leerse como un poemario que nostalgia una casa, una familia, una niñez, una madre; un orden de mundo que en el tránsito a la adultez parece haberse perdido. No hay evidencia de ese tránsito a la adultez en este libro, pero sí hay una hija adulta hablando de su madre. “La hemos escuchado llorar durante años”, afirma. “Ese llanto sutil/ me ha torturado desde niña”.

Esa hija adulta, igual, se sitúa en uno de los poemas sabiéndose parte de un nosotros subordinado a las carencias de la carne; carne no sólo como comestible, sino como parte corporal, sexual. Aunque lo sexual es parte de nuestra naturaleza desde niños, el comentario subraya una mirada adulta a lo adulto, una mirada que por ratos da asco, una mirada de frío espectador mirando el caos representarse, sin poder evitarlo. No sorprende, pues, el título del libro.

A pesar de tantas miradas, -el poemario contiene dibujos lineales de ojos abiertos- Rodríguez apunta hacia la naturaleza como fin, a su engulle, ansiando el regreso de la humanidad a la prehistoria. Allá la naturaleza cruel pero simple. Siquiera palabras.

Con respecto a esta, señala Laurie Garriga en su prólogo, que en este libro “la acción de engullir se elabora, además de en las secuencias maternales, en aquellas vinculadas a la naturaleza”. Señala además, que “a diferencia del resto de los poemas, la naturaleza provee lo que pareciera ser una solución tanto justa como bella”.

“Ajena de prejuicios/ desconociendo la ira de dios/ que se levante pesada/ sobre nosotros/ y que en un acto/ de absoluta belleza/ nos mate”.

No está demás señalar que la naturaleza de la que habla la poeta no es exactamente la humana, sino de su sentido más amplio: el mundo natural, terrestre, atmosférico, marítimo, con sus fuerzas y sus catástrofes; es decir: la natura, Pachamama (que es también la madre).

Aunque incompleto según Rodríguez, este poemario evidencia un proceso poético en reacción a la actual realidad social puertorriqueña; proceso que parece tener como puntos cardinales la humanidad nuestra, la inhumanidad nuestra, la naturaleza y la muerte. Es también, esta apuesta, una mirada al mundo.

Agrada este libro precisamente en momentos de una novísima producción poética latinoamericana que cree que el lenguaje poético, y a su vez la poesía, fue, es y será la principal operación para narrar la catástrofe y a la vez construir un futuro, parafraseando una oración del prólogo de 4M43R1C4: Novísima poesía latinoamericana escrito por Héctor Hernández Montesinos. Buenísimo igual que el libro sea azul y no rojo, que piense en agua al verlo y no en sangre, en una inundación que venga a limpiar todo. A fin de cuentas, como dice la poeta en el cierre del libro: “Hay solo un mundo y gente que no cabe en él”.

Ficción apocalíptica del año en curso, o no, este libro se suma a un conjunto de esfuerzos poéticos en la isla que han insistido en la escritura, en el texto poético y en su publicación, como proyectos de registro, documentación, reacción y diálogo.

¿Con respecto al cartón? Bueno, pues, concluyo sonriendo.


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CONFLUENCIA: Poetas por webcam

 

 
 
"CONFLUENCIA: Poetas por Webcam" es una antología audiovisual de poesía curada por la revista Ping Pong (www.revistapingpong.org) , editada por Claudia López y realizada con el apoyo del Centro Cultural de España de Santo Domingo. Con este proyecto se intenta establecer un vínculo directo entre los poetas seleccionados y el público en general. En ese sentido, el uso doméstico de la webcam sirve de herramienta para crear esa sensación de intimidad entre los espectadores y los poetas; prácticamente el mismo efecto que tienen las palabras de los poemas en los lectores. Este video se estará pasando ininterrumpidamente desde el 31 de agosto del 2012 hasta el 30 de septiembre del 2012 en las instalaciones del CCE, donde habrá un plasma con audifonos al que cualquier interesado puede acceder.

"Confluencia: Poetas por webcam"
Lista de participantes, titulos de los poemas y ciudades desde donde leen.
 
-Omar Pimienta, "A mitad de los ochenta". Tijuana.
-Sol Fantin,"Aire". Buenos Aires.
-John Jairo Junieles, "Hasta el final". Cartagena de Indias.
-Jeymer Gamboa,"Perchas". Buenos Aires.
-Mara Pastor,"Conozco a Manuel". Pittsburgh.
-John Galan Casanova, "Todo bajo control". Bogotá.
-Wingston González,"Verano fusión a la puerta del cielo". Ciudad de Guatemala
-Luciana Camaño, "Mami power". Mar del Plata.
-Gabriela Bejerman, "Fiesta en la tierra". Mar del Plata.
-Homero Pumarol, "Popular monday movie". Santo Domingo.
-Juan Dicent,"Citando a Dostoievski". Nueva York.
-Nicole Cecilia Delgado, "Asesinatos". Los Angeles.
-Xavier Valcarcel, "Monólogo del hambre". Puerto Rico.
-Luis Chaves, "En la foto, bórrame el arco de sudor de la camisa". San José.
-Eduardo Saravia,"Empresa líder en el ramo solicita". Ciudad de México
-Irina Henríquez, "A riesgo de caer". Córdoba (Colombia).
-Mario Puglisi, "Subliminal melopea". Jalisco.
-Cindy Jimenez, "La mujer de Tommaso Landolfi". Bayamón.
-Paula Piedra, "Apuntes mojados". San José.
-Daniel Riera, "Mina Clavero". Buenos Aires.
-Luis Chacón, "Der Paperiene". San José.
-Robert Max, "A una desconocida". Bogotá.
-Lucila Rolón, "Extraña la primavera". Buenos Aires.
-Josefina Báez, "Reina". Nueva York.-Costa sin mar, "Final". Ciudad de México.

domingo, agosto 05, 2012

Febrero fue tu pie dormido;
yo en el acelerador iendo y viniendo a tu chaflán pastel
la levadura de los años desbordando todo. Para nosotros nada
salvo engranaje pélvico
nocturnamente rutinario
parecido a alguna vez cuando siquiera éramos juntos
cuando dormíamos sentados infinitos al borde de lo hondo
abrazando el ojalá como un peluche.

lunes, mayo 07, 2012

Primer llamado ante el descuido


Qué se ha dicho acerca del imperialismo del mar y sus conquistas. 
Qué acerca de sus colonias nuevas
su avanzada de moho y de derrumbes
dónde las bitácoras registrándonos su asedio
por qué al universo y no a su fondo.

No es cierto su fondo apedreado.
No ha habido tanto tiempo
como para hacer del hombre nuevo un fósil
de las manos, de los cráneos, de la lengua
de los barcos ni de nuestras monedas
sea nuestra historia y nuestro asco lo que sea;
sean nuestros huesos los factores del poder
la ingeniería, la aritmética, los numeros.
Quién ha dicho mar avanza.
Quién dejó la puerta abierta y se sentó a comer.

Ya sé que hemos sobrevivido hambrientos.
Ya sé que nos vendimos llaves, escafandras, pólvora y cerrojos
pero es verdad ahí la orilla
tiene frente
el mar empuja y desdibuja
hemos armado a manos nuestras casas
y aún así no hemos aprendido todavía qué armas tiene.

Siglos de olas azotando
siglos nadando la mentira
siglos de siembra señalando la miseria
el lenguaje, las corrientes, el romance, la basura.
Cómo nunca una revolución al mar.
Cómo tampoco ahora
esa realización paso a paso de lo desconocido.

Quién puede hoy desmentir al pez
reconocerle su peligro detrás de las espinas y la sangre fría.

Hemos sobrevivido hambrientos
enfermos hemos
tenido fe en la belleza.
Cómo dejamos inventarse las palabras.
Cómo podemos todavía sonreir flotando
cerrar ojos en su espuma de miasmas.
El mar avanza
come tierra
desaparece hacia el misterio sangre.

No ha habido tanto tiempo como para hacer con sangre un fósil.

Esas piedras
de ese fondo
son nostalgias.

Hay mujeres que han caminado el fondo de su abismo
regresado al pan vivas
visto sólo motores y corales.
Mi tío sabe la leyenda de un motor prendido 
en el fondo de esta playa.
Puede asegurarlo, pero por el terror nunca aprendió a nadar.

Existe gente que no quiere decir la guerra
que no quiere decir ahora, que no sabe nadar
gente que no tiene ni idea de cuánta sal existe en nuestra contra. 
Miles no han visto el mar.
Millones errarían explicando
por qué esos pelicanos nos sobrevuelan tanto
de qué lado están sus alas y su pico
a quién le cuentan cuando se corta el día.

Mar, cuántos motores tienes
cuántas armas
cuál el daño en nuestra contra que quisiste desde niño.
Quién te lee.
A cuántos pájaros le entregaste vuelo y plumas.
Cuál el tamaño de tu rabia?
Voy a fiestas y trago despedidas.
La gente que quiero se va o se ha ido.
Todo tiene sentido y no:
la red del tiempo
la distancia
la urgencia y la emergencia.

Las cosas pasan porque saben
me repito.

Todo pasa.