Mira, estoy llegando al declive de las cosas, a la pequeña torcedura que obliga a repensar este poquito que nos queda, y yo me asusto. Amanecer bajo otro abrazo en otra cama fue la confirmación de que gastamos la temperatura del nosotros, de que la ciega idea del amor que compartimos se ha ido fugando, sin querer, de un manera obvia. No sólo lo fue amanecer bajo otro abrazo en otra cama, sino los besos, los silencios bellos que no rieron junto a ti en estos años; la desnudez del tacto a la hora del ombligo, esos finitos puentes de caricias tenues que se mecen entre las miradas.
Me acerco a la catastrofe e intento hacerme frenos. Pero no puedo. Amanecer así fue la confirmación también de que me debo a toda posibilidad de florecer; como una lata flor, como una piedra florecida. Florecer sin tener miedo a resbalar terriblemente sobre el cliché de la palabra. Amanecí carajo, bajo un brazo que no era el tuyo, en una cama que tal vez tiene su fama de tarima, desde la que quizás cantaron las mismas canciones que nos regalamos mientras sobrevivimos.
Me acerco a la catastrofe e intento hacerme frenos. Pero no puedo. Amanecer así fue la confirmación también de que me debo a toda posibilidad de florecer; como una lata flor, como una piedra florecida. Florecer sin tener miedo a resbalar terriblemente sobre el cliché de la palabra. Amanecí carajo, bajo un brazo que no era el tuyo, en una cama que tal vez tiene su fama de tarima, desde la que quizás cantaron las mismas canciones que nos regalamos mientras sobrevivimos.
No fuiste tú la posibilidad anoche nueva del cariño.
Abrí los ojos.
Miré por vez primera un plano por encima de tu ausencia.
Confieso que no me hiciste falta
Que no tengo ni un llanto, de esos torniquete, amarrado en la garganta.
Me juro que ni te pensé mientras me hicieron.
No lloré
No me siento absurdamente triste
Que no quiero cerrar los ojos otra vez.
Estoy llegando al declive de las cosas y no lo siento pertinente, por así decirlo, despedirme. De todas formas aquí tienes tu adiós.
Confieso que no me hiciste falta
Que no tengo ni un llanto, de esos torniquete, amarrado en la garganta.
Me juro que ni te pensé mientras me hicieron.
No lloré
No me siento absurdamente triste
Que no quiero cerrar los ojos otra vez.
Estoy llegando al declive de las cosas y no lo siento pertinente, por así decirlo, despedirme. De todas formas aquí tienes tu adiós.
O a fin de cuentas
la palabra.
3 comentarios:
Que eloquente... casi puedo tocar lo que sentiste... te sigo leyendo... pasa por alla - lee "Mmmmmmm"
Sensual y directo. Aparte de todo un blog muy entretenido y bien entramado. Un saludo!
ufff, en esa estamos, la intensidad siempre sea bienvenida
saludos desde ny
a
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