me molesta un poco que mi abuelo sepa jugar dominó. más bien, que sepa, sobre todas las cosas, jugar como juegan los viejos de las plazas, con la misma gritería, el mismo manoteo, los mismos malhumores cuando su pareja de juego suelta la ficha equivocada. me molesta que sepa contar, que a su edad todavía esté pendiente de la matemática básica y estúpida (por que es estúpida y lo digo) detrás del juego, que no se calle cuando el resultado de todas las sumas y las restas le griten, una a una, como una clarividencia, las fichas que tengo y las que no. me molesta tratar de ser buen nieto y tener que demostrarlo en mesa, recibir los mismos regaños (te tragaste la puerta, suelta la caja de dientes, dóblate, por qué trancaste, que sueltes la caja de dientes, pero muchachito es que tu no cuentas, siempre que juego con el nieto pierdo, no es tan difícil, me cerraste la puerta, si hubieras tirao por acá ganaba yo). tal vez lo que me molesta es que siempre acepto, digo que sí, el dominó siempre me ha parecido una forma más o menos fácil de complacer a abuelo, de que tenga más contacto conmigo, yo que siempre he vivido lejos de él, “que siempre me ha gustao el arte y esas cosas que le gustan a los muchachos de San Juan”, que si hubiera vivido cerca (como mi primo) de seguro hubiera sido pelotero.
abuelo sabe que nunca me gustó la pelota. me parecía aburridísimo esperar nueve entradas, cantar coritos para alentar al equipo de mi primo, ver (como yo le decía cuando era chiquito) a un bate golpeando a una pobre bolita, agitarme y gritarle a mi primo “corre”, aun sabiendo que estaba gordito, que era pelotero por obligación de abuelo, que se fatigaba hasta cambiar de color, que prefería un out antes de llegar a la primera base que correr todas las bases y anotar una carrera.
de seguro, yo hubiera sido un pelotero malísimo. entre otras cosas, apuesto que abuelo lo sabe. por eso nunca le importó que me desapareciera a mitad de juego, aun en el momento cumbre en el que mi primo estaba al bate con potencial de impulsar la carrera decisiva. pero yo feliz, nunca fue a buscarme. él sabía que lo más interesante para mí, dentro del parque, no era el juego sino el kioskito que frituras, el pollo frito con papas, las arañitas de plátano, los bizcochitos con cubierta de merengue, los sorullitos de maíz, las empanadillas de pizza. tal vez por eso le gusta torturarme con los dóminos. siempre me convence, con la sonrisita monga, de que juegue, me pide un solo jueguito de quinientos puntos por aquello de que no comparto mucho con él, por aquello de que él sabe que un juego en la mesa es algo serio y no puedo escaparme, por aquello de hacerme entender que si hubiera crecido a su lado, cerca, tal vez hubiera aprendido de las fichas. sólo entonces digo que si, estiro la silla; acepto.
ayer hubo fiesta familiar en casa. la misma de todos los siete de enero. me consuela el hecho de que no volveré a jugar hasta el próximo año. quizás, dentro de un año vuelva a escribir de él.
abuelo sabe que nunca me gustó la pelota. me parecía aburridísimo esperar nueve entradas, cantar coritos para alentar al equipo de mi primo, ver (como yo le decía cuando era chiquito) a un bate golpeando a una pobre bolita, agitarme y gritarle a mi primo “corre”, aun sabiendo que estaba gordito, que era pelotero por obligación de abuelo, que se fatigaba hasta cambiar de color, que prefería un out antes de llegar a la primera base que correr todas las bases y anotar una carrera.
de seguro, yo hubiera sido un pelotero malísimo. entre otras cosas, apuesto que abuelo lo sabe. por eso nunca le importó que me desapareciera a mitad de juego, aun en el momento cumbre en el que mi primo estaba al bate con potencial de impulsar la carrera decisiva. pero yo feliz, nunca fue a buscarme. él sabía que lo más interesante para mí, dentro del parque, no era el juego sino el kioskito que frituras, el pollo frito con papas, las arañitas de plátano, los bizcochitos con cubierta de merengue, los sorullitos de maíz, las empanadillas de pizza. tal vez por eso le gusta torturarme con los dóminos. siempre me convence, con la sonrisita monga, de que juegue, me pide un solo jueguito de quinientos puntos por aquello de que no comparto mucho con él, por aquello de que él sabe que un juego en la mesa es algo serio y no puedo escaparme, por aquello de hacerme entender que si hubiera crecido a su lado, cerca, tal vez hubiera aprendido de las fichas. sólo entonces digo que si, estiro la silla; acepto.
ayer hubo fiesta familiar en casa. la misma de todos los siete de enero. me consuela el hecho de que no volveré a jugar hasta el próximo año. quizás, dentro de un año vuelva a escribir de él.
10 comentarios:
Leo por encima me río, me enorgullesen tus palabras. Quién eres? Te imagino grande, muy pronto. Soy yo.
Saludos, he llegado a tu casa y he recorrido los rincones, me agrada mucho tu blogg y tu tinta. Espero seguir compartiendo contigo esta, nuestra pasión. Sobre este escrito, esta estampa tan puertorriqueña me transporta a varias escenas de mi vida. Aunque nunca tuve no tuve un abuelo para compartir esos detalles, el domino es tambien una tradicion de fiestas en mi familia y la pelota en mis primos.
Un abrazo.
A.
ES UN PLACER LEERTE, SIEMPRE LO HAGO AUNQUE NUNCA TE COMENTO. PERO COMO AYER ME VISTE...
me gusta el día de reyes, por una cosa de apellidos y de falsa pertenencia, porque además no lo conozco.
disfrute a su abuelo, después extrañarás esos juegos de dominó.
a.r.
todos tenemos esos sentimientos respecto a las "fiestas" familiares. en mi caso, creo q disfruto mas los velorios. un abrazo!
Siempre tus post me hacen tanto sentido, siempre en ellos un yo se expresa y siempre siento que he de buscar el libro que has escrito.
Dicen que cando ocurre algo así entre dos seres es porque algo en común han vivido, alguna minúscula parte de nuestras vidas en paralelo. Y pienso en mis abuelos, todos emigrantes de una guerra estúpida del viejo mundo, mis abuelos que no conocí.
y bien por la parentela desconocida en 4 puntos de Europa…
y si, no soy pelotero ni veo el fútbol por tv, no me importa la selección ni nada… ni nada más que gozar los juegos de futbolito con mis hermanos, cuñados y sobrinos… ese rito familiar que se repite domingo a domingo por la mañana, como sí fuera la misa a la cual nunca fuimos.
Es extraño decirlo, mil veces prefiero leerte en silencio, sin dejar huellas, sin dejar pasos sobre la arena ni recuerdos en el mar, pero te siento muy próximo a mi corazón.
Tiago
sabes, en secreto a voces, jeje, mi abuelo siempre quiso que fuese pelotero. incluso en ciudadano cero, en la obra, hay una parte del texto que dice eso mismo,
coincidencias, muchas
gracias por tu apoyo en lo del martes, espero lo hayas disfrutado
escribieme
emmanuelandujar@gmail.com
beso
r
Extraño mucho a mi abuelo... Olvidé jugar ajedrez, eso era lo suyo.
Un abrazo Xavier!!
hey, no habia tenido la oportunidad de leer tu trabajo, pero sabes encontre tu blog de casualidad, me gusta la manera en que lo haces. Nada, nos vemos por ahi.
Un abuelo siempre atrae la nostalgia de la barbarie ¡Me encantó!
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