publicado originalmente en:
http://mediaisla.net/revista/2010/05/xavier-valcarcel-el-delirio-de-la-xilografia/
Poco antes de Anzuelos y carnadas, un galanteo entre el performance y el arte postal, ya me interesaban los textos del poeta en Tendido negro, un blog en donde puede apreciarse el carácter multi-interesado de su obra. Lo escrito por Xavier Valcárcel tiene el gesto sutil; sugiere la pausa; invitan a releer.
Palo de lluvia (Agentes catalíticos, 2010) es su trabajo más reciente. Fui invitado a escribir un pre-texto para este libro, de ahí que ahora pregunte.
—Si algo llama la atención en estos poemas es su estado transitivo, es decir, el ser reconocido en el otro al descubrir, traducir, lo dejado atrás.
—Me parece certero que esto inicie con una mirada a ese estado transitivo, precisamente porque los poemas en Palo de lluvia son una mirada al tránsito. Además, porque la mirada entre otras cosas, depende de eso, de cruzar una distancia, de hacer un recorrido o su inventario. Entonces, como la intención era enfocar en toda la problemática de ser, como verbo, nada mejor que la mirada y su centrarse en el tránsito. Pero tránsito en Palo de lluvia tiene que ver no primariamente con andar, desplazarse o huir, sino con ese otro tránsito: de la niñez a la adultez, de la semilla al árbol, de la ilusión al desaliento. Es más una mirada al tránsito como proceso, como un desarrollo, como curso. Cosa que no es siempre ni necesariamente lineal, ni perfecta.
Descubrir eso último y luego problematizarlo es en parte el resultado de mirarse, casi como enfrentándose al espejo, a una imagen doble que puede nombrarse y señalarse como otra. Yo soy de los que cree que cuerpo y mente son dos cosas distintas con suertes distintas. El cuerpo no siempre responde como la mente quiere, así como tampoco la mente va necesariamente con los dictados del cuerpo. En este poemario el cuerpo reconoce a la mente, igual el niño reconoce al hombre, el mar a la madera y viceversa. Hay en el poemario, pues, constantes dinámicas de descubrimiento y reconocimiento; hay apegos y desapegos con lo que se quiso ser y lo que se es, sueños de niño, decepciones de hombre, diálogos entre uno y otro, inconformismo y conformismo todo conviviendo. Es decir, muchas relaciones en tensión, que en el poemario aparecen a punto de resolverse.
—Estructura/Influencias: En la mejor tradición poética Caribe hay un constante recurrir al entorno natural; pienso en Pedro Mir, Matos Paoli, Corretjer, Lezama. En la construcción de tu poemario lo citadino remite a lo secundario, siendo lo principal la dialéctica entre lo biológico y lo botánico, las geografías, ¿por qué escribir playa en vez de ciudad? ¿Cuáles lecturas del Caribe te han marcado?
—Yo pienso además en Virgilio Piñera por La isla en peso, a Derek Walcott por Omeros y en Graciany Miranda Archilla por Responsos a mis poemas náufragos. Además, en Irizelma Robles Álvarez por De pez ida.
Creo que ese recurrir al entorno natural es inevitable en El Caribe. En casos de islas con ciudad, para nosotros en Puerto Rico no hay tal cosa como ciudad porque no nos existe, siempre queda el mar y su presencia bella y desesperante, o bien están las montañas o desembocaduras de río con todos sus arrastres demasiado cerca. Para mí, recrear y recurrir al entorno natural tiene que ver con trabajar con el entorno en el que he crecido, frente al que he desarrollado una mirada particular, poética. He vivido a menos de 10 minutos de distancia de la playa toda mi vida, sé su lenguaje, de la pesca, además me interesa muchísimo el mar como espacio político.
En el texto que escribiste para el poemario señalas que insisto en la playa, en la orilla, como espacio de cópula para madera y mar. Además, dices que por su naturaleza biológica un ser humano está más cerca de una flor, de un árbol. Precisamente por trabajar la dialéctica entre lo biológico y lo botánico, la ciudad nunca fue una opción. No sólo porque en Puerto Rico ciudad no existe y porque no la había experimentado por no vivirla, sino porque yo había decidido que quería trabajar un poemario sobre la madera y el mar. Y punto. Madera como metonimia pero también como material. Quería hablar del árbol para hablar del hombre, de las tablas, las astillas y el aserrín para hablar de la carne, de la sexualidad, del uso, de la impresión gráfica. En cuanto al mar, quería trabajarlo como espacio de posibilidad, de ida, como ese sitio incierto demasiado parecido al destino que puede resultar de encuentro o desencuentro.
Con respecto a literaturas del Caribe para mí trascendentales, creo que La isla en peso de Virgilio Piñera, desde su principio, “la maldita circunstancia del agua por todas partes, me obliga a sentarme en la mesa del café, si no fuera porque el agua me rodea como un cáncer, hubiera podido dormir a pata suelta” fue una de esas que me dejó su marca larga. Igual De pez ida, con el que hay un dialogo evidente en Palo de lluvia. Además, influenciaron este libro el poemario Jardines de la lengua de Pastor de Moya, la novela Trece Grado de Alejandro Soto, en la que hay también un discurso importantísimo sobre el tránsito de niño a hombre, de inocencia a adultez, así como los cuentos y las novelas de Pedro Juan Gutiérrez porque en ellas aprendí un poco más a leer las significaciones de la playa. Como frontera, como el único lugar para estar salvo en una isla, como medianera, como punto de escape y fuga, como espacio de llanto, lujuria, nostalgia, muerte e ilusión.
—El asedio al lugar de origen regularmente plantea paralelismos en los estímulos y pasiones que influencian o determinan las acciones del presente; hay apartados en este poemario que evidencian un afán por el retorno, ¿en qué otro sentido te interesan las raíces?
—Tengo que admitir que soy un tipo bastante nostálgico —no llorón, sino nostálgico—, y que esa nostalgia tiene que ver, en cierta forma, con la decepción por proyectos que soñé de niño y que no fueron o no pasaron o que no se darán. Entonces, en Palo de lluvia se problematiza eso. Hay todo un jaloneo con respecto a dónde posicionarse, a qué decidirse y por qué. Por ejemplo, en el poemario habla el hombre y habla el niño desde adentro del hombre como si el hombre tuviera que rendirle cuentas al niño.
Uno de niño se pinta la vida y planifica todo muy bonito. Hay una inocencia muy linda con respecto al futuro. Pero uno crece y todo cambia. Vivir es dar vuelcos, así que todo se vuelca y en ello la inocencia se vuelve una postal color amarillenta. Para mí, el afán por el retorno en este poemario tiene que ver un poco con eso; con volver al tiempo del niño, con tratar de remediar. Cosa que es un ansia loca, una ilusión, porque uno se da cuenta que ese regreso es imposible, que lo que queda es aceptar y asumir la realidad. Por eso la idea de arrancar —que es un verbo violento, que implica desprenderse al aire, de un todo—, y la mención de las raíces.
Yo pienso la raíz como el principio, como la procedencia, pero también como la verdad, que aquí es algo que se mira, se cuestiona y contra lo que se emprende una violencia. Con relación a tu pregunta, en qué otro sentido me interesan las raíces, creo que me interesa problematizarlas a fondo. Quiero debatir las procedencias, alejarme del esencialismo, del construccionismo social, replantearme la verdad, los roles, el género, el sexo, la sexualidad.
Entonces decidí empezar conmigo.
—Colaboras con grupos de danza teatro y colectivos de gestión cultural, ¿trabajas dentro de un proyecto artístico delimitado? Cuéntame del carácter multidisciplinario de tu propuesta.
—Eso de multidisciplinario es un lío. Mucha gente a menudo me dice, concéntrate en una cosa Xavier, concéntrate en una cosa. Pero pasa que no puedo. Cuando estaba en la escuela juraba que iba a ser actor, entré a la universidad a estudiar arquitectura y me olvide de aquello, después me cambié a la facultad de educación para concentrarme en bellas artes y en el ínterin tuve mi acercamiento con la literatura. Ahora hago una maestría en un programa interdisciplinario, y a cada rato me entra la idea de dejar eso para estudiar cocina. En ese sentido ni me es preciso, ni puedo trabajar en un proyecto artístico delimitado. Porque los tiempos no son eso. Últimamente, he tratado de experimentar con danza por aquello de poder decir desde y con el cuerpo. Y no es necesariamente porque haya compartido mi vida con alguien que hace danza, aunque también eso influencia, sino porque a veces me pasa que desde la palabra no puedo decir todo.
De ello he aprendido y robado algo, y ha sido riquísimo. Sobre todo porque ese experimentar ha colaborado en hacerme un tipo más plural y más sensible, en reconocer el lenguaje y la belleza desapercibida de muchas cosas. Lo multidisciplinario me ha transformado la mirada.
—El discurso subversivo en tus textos se aleja –al menos en forma evidente– del estatus colonial y se instala en lo carnal; en el comportamiento de la sexualidad. ¿Existe una literatura homoerótica? ¿Es necesaria esta sub-generación? ¿No es toda literatura, literatura?
Si existe la literatura homoerótica y una tradición de literatura homoerótica es porque alguien la nombró. Existe lo que se nombra. Así que, sí, existe. Además, en Puerto Rico hay un colectivo de escritores llamado Homoerótica que existe por lo mismo, un grupo-familia que ha abierto un espacio y un taller importante que ha sido reconocido y aplaudido como tal, por su gesta y por su compromiso hacia una literatura de ese tipo. Sin embargo, he sido enfático en eso que señalas. Toda literatura es literatura. En ese sentido no creo necesaria ni la subdivisión ni la sub-generación porque puede leerse como una limitación, como un encierro o como una etiqueta.
Del texto que escribiste para Palo de lluvia, uno de los comentarios que no te hecho es precisamente la omisión de un puntillismo o un énfasis en el discurso de la sexualidad en el texto. Cosa que, lo admito, me gusta. Habrá quien lea Palo de lluvia como literatura homoerótica, pero el texto no fue ideado ni escrito para leerse como tal. Yo no me considero un escritor de literatura homoerótica, ni considero mi propuesta como homoerótica aunque haya referencias directas a la erótica y a la bisexualidad. Quizás ahí se instala primariamente el discurso subversivo del que hablas. Hay un interés en enfrentar la sexualidad, en debatirla. Hay un interés en replantear y repensar categorías y posiciones. Sin embargo, aunque ese discurso se instala en lo carnal y se aleja del discurso colonial isleño, sí creo que es preciso señalar un colonialismo y una resistencia colonial en el texto. Ahí me anclo en Judith Butler. ¿Qué es la heteronormatividad sino todo un proyecto colonial; de conquista?
—¿Existe racismo en Puerto Rico?
—Sí. Existe. Así como la xenofobia y la homofobia.
—Salvo propuestas de publicación artesanal y texto performance, podría decirse que es este tu primer libro. ¿Cuál es la situación editorial en Puerto Rico?
—Digamos que vivimos el capitalismo desmedido y que la situación editorial en el país es también el reflejo de la situación editorial latinoamericana en medio de lo mismo. Hay desplazamientos, entramados, puede reconocerse una lógica neoliberal que controla mecanismos de producción, distribución y venta de mercancías culturales. Sin embargo hay muchos proyectos editoriales nacionales y por lo mismo muchos libros nuevos saliendo constantemente. Paralelamente, también hay proyectos editoriales alternativos, de empoderamiento, colectivos o individuales, que están haciendo lo suyo.
Por mi parte, dirijo junto a la poeta Nicole Cecilia Delgado el proyecto editorial alternativo Atarraya Cartonera, que además de instaurar las bases del movimiento cartonero en Puerto Rico —con larga tradición en Latinoamérica—, es una reacción directa a la situación editorial en el país. La propuesta es hacer libros a bajo costo con desechos del consumo capitalista y ponerlos en circulación por vías alternativas. Los libros se hacen con cartón, fotocopias, grapas, aerosol y pintura de casas.
Palo de lluvia puede ser abordado como mi primer libro. Cierto. Sin embargo, hay dos poemarios anteriores que son proyectos serios de autogestión; por ello tienen toda la validez. El primero, Cama onda, publicado en 2007 en una tirada de 100 ejemplares originales numerados. El segundo, Anzuelos y carnadas, publicado en 2008, fue escrito y gestado junto al poeta Ángel Antonio Ruiz.
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lunes, mayo 31, 2010
Xavier Valcárcel: El delirio de la xilografía
Por Rey Andújar
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