jueves, febrero 12, 2009

Nada

Llevaba días sin dormir largo y tendido. El trabajo me está robando tiempo y sueño y piernas para andar las noches en las que debería salir y emborracharme un poquito como premio a la rutina ésta de adultez y hombre debido. Eso lo dijo mi madre el otro día y yo no pregunté, pero asumo que tiene que ver con que el deber es trabajar para no andar de pidión, o andar pidiéndole. Desde diciembre volví a ser mesero en un restaurante de lujo en Piñones, a la orilla de la playa, sirviendo chillos fritos y piñas coladas como cuando trabajaba en El pulpo loco, a 6 minutos de distancia de donde trabajo ahora. La única diferencia es que en El pulpo loco se trabajaba en medio de la porquería y de las moscas, pero servían más, en términos de raciones de comida. El caso es que anoche tuve piernas y dinero y corrí a beber ron en Pal Cielo porque me parecía meritorio. Hoy y mañana son mis días libres y quise de anoche, que era miércoles, un viernes social en una barra linda, con música linda y gente linda y ambientación linda, que en conjunto funcionan como trampa para olvidar un poco él dónde, o las coordenadas en las que se está. Pedí Captain Morgan con Diet Coke porque un gringo militar me pidió tres tragos corridos de lo mismo en mi trabajo y me quedé con la curiosidad. Entonces entre sorbo dulce y miraditas por encima de la barra y ejercicios de estiramiento con la música, llegué al punto exacto entre cansancio y demasiado ron de especias en la sangre y elegí la retirada.

Justo cuando estaba en la profundidad de la selva, con Ernesto y una chica a la que no le distinguí la cara, el vecinito hiperactivo de la casa a la izquierda empezó a tocar con una llave mi ventana, metal contra metal, llamando con un tono de levántate, a las malas, que desde antes de abrir cualquiera de los ojos ya me había malhumorado. Últimamente ando soñando con un México que el subconsciente construye con imágenes que nunca vi mientras estuve, o con imágenes que vi, pero las tuerce. Y me entretiene. Porque siempre soy explorador en todos esos sueños y descubro flores gigantescas que tienen alas de mariposas como pétalos, o comunidades enteras viviendo adentro de altares de muertos, o elotes magenta, o pirámides debajo de las hojas después de abrir camino en la maleza. Chulerías así. Hasta que el recorrido se desboca y termino desnudo, metiendo mano con gente en pleno mercado, en los vagones del metro, en las plazas, en Sanborns, mientras comemos tepoznieves.

Brian siguió jodiendo y me llamó como seis veces en menos de un minuto. Mi madre, despierta en su cuarto, siquiera contestó. Tampoco preguntó por qué carajos él hijito de puta estaba metido en mi patio cercado con verja de alambre; quién le había dado tal confianza para brincar, quién le había dicho toca en esa ventana que Xavier está ahí, él te contesta. Pero yo estaba entretenido en mi sueño haciendo grandes esfuerzos para que no se me fugara la imagen. Habíamos encontrado una playa marrón en el medio de la selva con un oleaje altísimo. Sobresalían peñas filosas como corales muertos. Sobre ellas, un tipo con cara de europeo hablaba a una cámara como si alguien estuviera firmando un documental. Luego, el cielo se puso gris, sopló en ráfagas y alguien gritó a nuestras espaldas. Detrás había una iglesia medio jodida con fachada de capitolio forrada de monos color oro que gritaban y saltaban como locos. Cuando volví a mirar al europeo descubrí que era yo quien grababa el documental y que ya no tenía ropa. Quizás por eso la urgencia de mantener la imagen. Quería saber lo próximo. Pero el maldito sueño no avanzaba. Mi madre tocó la puerta y tuve que levantarme. También tuve que buscarle un poco de gasolina al niño. El sonreía un poco con maldad, un poco con agradecimiento. Le dije que estaba durmiendo, que me molesta, por no decirle me encabrona, que me levanten así y que no vuelva a brincar la verja para meterse en mi patio. Ya es suficiente con tener una casa a cada lado, una enfrente y otra atrás. Lo elemental es que respeten mi espacio. Lo repetí. Yo lo repito siempre. Mi madre no quiso escucharme y se encerró en su cuarto.

Allí estaba yo. Diez minutos después de levantarme, insoportable, hablando solo, sin saber nada. Hice desayuno y vi noticias. Aun no han encontrado los cuerpos de los que iban en la avioneta que se estrelló o explotó por Quebradillas. Nadie sabe. Sólo mencionan tiburones, oleaje, profundidad, alas de avión, equipaje, pedazos de cuerpo esparcido. El radio de búsqueda se amplió porque no hay datos precisos. Luego la reportera cambió a la muerte del pastor, a la muerte del muchachito que encontraron sin cabeza en la urbanización, los dos culpables de incesto que supuestamente eran amantes, luego detalles sobre la norteamericana que secuestraron y degollaron con seis meses de embarazo. Apagué el televisor. Seguido, mi madre salió del cuarto para decirme que el periódico estaba todavía afuera, que lo recoja porque ya van varias veces que el periódico desaparece. Justo cuando pensé en el robo, recordé su voz de fondo mientras dormía, diciéndole a mi padrastro que en la madrugada le dejaron el carro montado sobre bloques al vecino de enfrente. Me levanté a mirar. Había un silencio raro. Luego el olor a cosa quemada entrando a la casa por las ventanas traseras y me asomé por la ventana de mi cuarto. Salí corriendo al patio y cuando estuve enfrente suyo ya no supe cómo detenerlo. Yo sabía que Brian era fanático de hacer peleas entre lagartijos. Lo que no sabía es que también los prende en fuego. Lo miré desde mi lado de la verja de aluminio porque no iba a ser lo mismo si yo brincaba al patio suyo y me descubría su mamá.

Los vi convertirse en polvo gris e hilos de huesos. Los lagartijos siempre me han parecido detestables. No los odio pero tampoco soy fanático. Agachado, alzó la vista y me invitó a la quema. Había usado gasolina. Mi madre dijo algo desde adentro y olvidé mis discursos sobre conservación y protección. Me dieron ganas de gritarle. Entré y estaba hablando por teléfono. Volví a la sala, miré por la ventana el carro sobre bloques a la entrada de la casa del vecino y recogí el periódico. Hojeándolo tuve que detenerme. Era un anuncio de Sears a página completa. Nada especial. Sólo la chica. Entonces no sé cómo ni por qué, pero tuve la extraña certeza de que aquella era la chica de la selva que nos acompañó en la exploración. No sé. Pensé en la situación ridícula y clichosa de tal coincidencia, y volví al sueño. Es cierto que no le había visto la cara a la chica pero yo estaba seguro. Tal vez, por cuestión de estética, como en la barra de anoche, convenía.

Mi madre me mandó a lavar mi carro y la maldije. Quería la mañana para nada. Como es mi carro yo lo lavo cuando quiera, así se pudra llagado de fango y polvo y arena y cucarachitas albinas hambrientas. Ella siguió la cantaleta y no aguanté. Tiré el periódico a las malas, dejé el plato a media mesa y prendí el televisor para volver a apagarlo. Siempre es lo mismo. Tuve ganas de agarrarla por el pelo. La reportera aun no terminaba sus noticias.

4 comentarios:

The Trade dijo...

cabr0n l0s legaltyj0s s0n la cabr0na ley--- y0 me l0s p0ng0 de pantalla

Anónimo dijo...

Nada, que hoy es tu cumple...felicidades!

edmaris dijo...

Melatonina: es natural y legal "Over the Walgreens Counter Legal" no vas a escuchar al vecinito y produce sueños vívidos ;-) debe decir en letras pequeñas que no se recomienda para pacientes de tiroide o de otras glándulas adyacentes . . .

Pablo Arroyo León dijo...

Una crónica con todas sus letras, con los seis sentidos abiertos. Creo que es la primera vez que tomo un vuelo desde aquí a México en menos de diez minutos.