miércoles, noviembre 21, 2007

F. Pez en el Tendido

Conocí a Fofé hace poquísimo; un lazo extraño nos obligó a conocernos. Claro, ya lo había escuchado bastante, había explotado en cantos con su música una y mil veces, lo sabía un tipo intenso, pero no había pensado nunca en la posibilidad de estrecharnos las manos, mucho menos hablar como si fuéramos los más panas del mundo. Y puede sonar cursi (por aquello de ser pertinente) pero es que uno no piensa jamás llegar a ser pana del cantante principal de una de las bandas favoritas. Fofé pertenecía, al menos en mi mundo, a los videos musicales y a las apariciones en la tele. Existia en los CD’s, como uno de los cantantes principales de mi soundtrack, cantando siempre al fondo, en el delirio, a la altura de tanta gente grande. Ahora es la suma de muchas otras cosas. Nada. Que me place presentar la primera intervención de F. Pez (José Luis Abreu ::: Fofé, de CIRCO) en Tendido Negro.

La presa
por F. Pez

Tantos años bajo un manto de espinitas, fueron secando todas las razones que lo enamoraban del segundo. El castigo inconsciente se hizo carne en la intimidad y el sexo maduraba menos inventivo. La mente imaginaba cada cuerno y cuando no, lo veía con sus propios ojos en la misma casa donde ambos convivían. Los escuchaba, casi los olía y se resquebrajaba en pedazos de humillación imaginando lo que estos oídos no eran capaces de escuchar. Cuando todos conciliaban el bendito sueño, despertaba la venganza para lamer las caricias frescas de la humillación. La presa había sido mía… también.

[[La presa llega desde "TRESOMOS". un corillito de pensamientos y reflexiones.]]


Hechizo de lagañas
Por: F. Pez

Creo que me enamoro de terceros porque imagino ver en ellos rasgos de lo que no soy ante tus ojos. Me ilusiona la esperanza inexistente una vez que las torres de la humillación se desmoronan sobre mí. Y como ellos se aventuran a escalar el diminuto monte de tu demonio infinito, disfruto figurando el día en que se encuentren cara a cara con él. Desciendo al calabozo de las ilusiones tronchadas y develo innumerables fantasías, demonios dormilones acurrucados detrás de cada beso de amor novato. Entonces sueño y cuando quiero despertar, sus abrazos me amarran a la misma cama donde sudamos desnudos retozando los unos con los otros. Mi corazón se desespera, se agita y casi siento como se desangran las paredes de la excitación dentro de mí, cuando el miedo se transforma en ese orgasmo de vergüenzas.

Una red de lagañas se teje sobre mis párpados cerrados y siento las cosquillas que cada patita peluda dibuja en mis pestañas, agujillas filosas rascándome el pestillo de los ojos, caricias demoníacas de arañitas hurgándome la piel que esconde a mi conciencia detrás de una aldaba enmohecida por la sal que guardo adentro.

Arde. Debajo de los párpados hay lava acumulada, como la esperma en los cojones seducidos por la mente. Como cuando la sangre se hace púrpura apretándose tras el glande a punto de reventar, sangre hinchada, brillosos vasos sanguíneos que dan cuerpo al miembro de carne, invasor de telas nuevas, obsesión oral de quienes saborean el calor de sus espasmos. Arde y quema detrás de los párpados momificados, son cataratas de sal rabiando por no poder romper el hechizo de lagañas que me mantiene delirando, perdido en el sueño que me domina. Ojos que no ven, corazón que no siente.

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