Nada de piras, nada de Didos, nada de Cártago
Mi madre
y yo lo quemaremos todo.
Le he
visto sus ojos arrancados esta noche
sus
huecos, sus uñas comidas al ras
la rabia
idéntica a la mía y sé:
mandaremos
al carajo todo, pronto
al mismo
tiempo
tarareando
el himno del llanto evaporado.
Tomadas de la mano, hartas
abriremos
nuestras cajas
limpiaremos
uno a uno nuestros fósforos
la sal
cristalizada en las cabezas
para
luego en un regreso hacer el fuego.
Coronadas,
quemaremos nuestros hombres y sus sillas,
las tazas
manchadas por la envidia de los besos
las
sábanas por cubrir tanto
los
cordeles, la nevera, las muñecas;
quemaremos
el sofá, los seis televisores y los carros
nuestra
ropa incluso, ya deshilada por sus barbas.
Quemaremos
la vajilla, las navajas
los hilos
de plata, las ventanas
y luego,
ante la luz y ante los gritos
huiremos
en un taxi
a dormir
en un hotel los trece años que perdimos
abrazadas
ambas
al cisne
de toalla que han de dejarnos en la cama
hasta que
todo tras los párpados pierda sus letras y se rinda
y ya no
haya hogar, ni escápulas
ni teces
de jengibre, ni potes de pastillas
sólo un
vuelo controlable de cenizas sobre viejos azulejos
el árbol
de mangó quemado
los
cartílagos tostados
las perras
sueltas por la urbanización
y los
bomberos, la fiscal
la
policía acordonando de amarillo, para nada
el
perímetro de un vacío asesinado.
La casa de mi tía
La casa de mi tía es un hotel
donde mi
madre duerme a pata suelta, hundida
en el olor de las hermanas.
en el olor de las hermanas.
Es un
donde en el que logra desprenderse
del
recuerdo y de su forma
de haber
sido, hasta hace horas, la esposa ilusionada
equivocadamente
lejos de lo que soñó de niña
lejos,
como un globo hinchado de helio que se pierde
hasta el
cielo y luego explota
sin saber
cómo se permitió llegar a aquella altura
a tal
ebullición interna, como para dejarse ir
y luego
reventar sin eco en el vacío.
Pero la casa de mi tía es un hotel
y mi tía
cuida ahora el sueño de mi madre
aunque mi
madre esté drogada y mi tía niegue, una y otra vez
que su
casa es un hotel
porque
ella también insiste en quemar la casa con su hombre adentro
y luego
huir
en taxi
ahumado
descalza
y sonreída ante los perros de la aduana
a un
hotel de Bocachica
a dormir los
15 años que perdió haciendo pan todos los días
cuestión
de que su hombre regresara cada tarde
siguiendo
un camino de migajas
a pesar
de tantos pájaros.
Martí con Suau. Número 955.
He hecho el pan y lo he comido.
He sido
el pan, me han hecho y me han comido.
No has
sido el pan
nada te
ha hecho
yo me
mentí ya tantas veces
que no sé
si
alcanzé a comerte
esos
tres años que perdí fuera de casa
en esa
casa
donde fui
contigo
siempre
pan recien horneado.
Junio
Yo nací en esta sequía
veintisiete años lejos.
No me imaginaba en los
espejos
en el abrazo de mi madre
por los hombres
ni en los hombres.
Nadie sabía de mi sed un
día
no sabía yo que estaría
amándote a los veintesiete
que te irías
que los aviones iniciarían
su despegue en mi mesa
que cortaría el pan, atónito y jodido
y guardaría tus raciones en
un frasco
contra el hambre
por si acaso un día
necesitas
un camino.
un camino.
Calle Condado
Es Julio ya y afuera llueve
por primera vez sobre los marcadores.
Los aviones se disparan
hacia todas direcciones.
No he comido y no he huido.
Sigue guardado el pan,
pero hay una ciudad hambrienta.
Espero entonces caminando
afilándome los dedos
vestido de paloma turca yo
también
igual que todos de este
lado de la aduana.
Agosto
Escribo tratando de decirme
cosas.
Tengo miedo a estar solo
y escucharme.
y escucharme.
Sobre mi cabeza cosen el vacío los aviones.
Te has ido y trato de
decirme -huye de la mesa
abre el frasco
quema todo-
pero entre el silencio de
las cosas
escucho todavía tus turbinas en
mis ojos.
2 comentarios:
Hermoso como todas las veces. Siempre me duele leerte. No sé por qué.
No alucino, entonces. Es la soledad en todas las direcciones. Gracias Xavi.
Publicar un comentario