lunes, enero 22, 2007

22.1.2007

esto es una mentira, un campo de tiro/ una tragedia griega con mascara incluida/ una cadena alimenticia binomial./ esto es una sopa de letras con treinta y seis repeticiones de la palabra duele/ es un desvelo, una herida abierta a la altura de un abrazo que nunca cicatriza./ esto es, y siempre es, un virus retroactivo de inmunodeficiencia obligatoria/ una anestesia de inviernos nórdicos siempre invernales/un mapa de rutas en las que no se puede caminar./ esto es un mar abierto infestado de peces con brújulas atragantadas/ una garganta rota, un par de puertas con bisagras mal acomodadas/ esto es un circo, un cine, un rollo de película cortado a la mitad/ un gesto indescifrable, esto es una frontera.

lunes, enero 08, 2007

Fiesta familiar

me molesta un poco que mi abuelo sepa jugar dominó. más bien, que sepa, sobre todas las cosas, jugar como juegan los viejos de las plazas, con la misma gritería, el mismo manoteo, los mismos malhumores cuando su pareja de juego suelta la ficha equivocada. me molesta que sepa contar, que a su edad todavía esté pendiente de la matemática básica y estúpida (por que es estúpida y lo digo) detrás del juego, que no se calle cuando el resultado de todas las sumas y las restas le griten, una a una, como una clarividencia, las fichas que tengo y las que no. me molesta tratar de ser buen nieto y tener que demostrarlo en mesa, recibir los mismos regaños (te tragaste la puerta, suelta la caja de dientes, dóblate, por qué trancaste, que sueltes la caja de dientes, pero muchachito es que tu no cuentas, siempre que juego con el nieto pierdo, no es tan difícil, me cerraste la puerta, si hubieras tirao por acá ganaba yo). tal vez lo que me molesta es que siempre acepto, digo que sí, el dominó siempre me ha parecido una forma más o menos fácil de complacer a abuelo, de que tenga más contacto conmigo, yo que siempre he vivido lejos de él, “que siempre me ha gustao el arte y esas cosas que le gustan a los muchachos de San Juan”, que si hubiera vivido cerca (como mi primo) de seguro hubiera sido pelotero.

abuelo sabe que nunca me gustó la pelota. me parecía aburridísimo esperar nueve entradas, cantar coritos para alentar al equipo de mi primo, ver (como yo le decía cuando era chiquito) a un bate golpeando a una pobre bolita, agitarme y gritarle a mi primo “corre”, aun sabiendo que estaba gordito, que era pelotero por obligación de abuelo, que se fatigaba hasta cambiar de color, que prefería un out antes de llegar a la primera base que correr todas las bases y anotar una carrera.

de seguro, yo hubiera sido un pelotero malísimo. entre otras cosas, apuesto que abuelo lo sabe. por eso nunca le importó que me desapareciera a mitad de juego, aun en el momento cumbre en el que mi primo estaba al bate con potencial de impulsar la carrera decisiva. pero yo feliz, nunca fue a buscarme. él sabía que lo más interesante para mí, dentro del parque, no era el juego sino el kioskito que frituras, el pollo frito con papas, las arañitas de plátano, los bizcochitos con cubierta de merengue, los sorullitos de maíz, las empanadillas de pizza. tal vez por eso le gusta torturarme con los dóminos. siempre me convence, con la sonrisita monga, de que juegue, me pide un solo jueguito de quinientos puntos por aquello de que no comparto mucho con él, por aquello de que él sabe que un juego en la mesa es algo serio y no puedo escaparme, por aquello de hacerme entender que si hubiera crecido a su lado, cerca, tal vez hubiera aprendido de las fichas. sólo entonces digo que si, estiro la silla; acepto.

ayer hubo fiesta familiar en casa. la misma de todos los siete de enero. me consuela el hecho de que no volveré a jugar hasta el próximo año. quizás, dentro de un año vuelva a escribir de él.

jueves, enero 04, 2007

Fenómeno de empozo

el agua nunca sabe a donde va.
no tiene siquiera la inocente certeza de su rumbo
ni de la maldita circunstancia de la gravedad
que obliga siempre al ciclo vicioso de empozo en las esquinas del mundo.
siempre al azar.
siempre dependiendo del fluir de las corrientes locas
que se lanzan al suicidio, a un masoquismo de película
al atentado deliciosamente absurdo que supone a veces reincidir.
reincido en ti
otra vez en ti
como los aguaceros grises de agosto que nacen del mar frente a mi cama
y vuelven a él, inevitables, como quien no quiere la cosa.
vuelvo

con este piélago hidrofílico, con fe en mi batiscafo
aun sabiendo el historial de cada uno de sus tantos hundimientos
aun sabiendo de naufragios,
aun sabiendo que el fenómeno de flotabilidad no se me da en tu universo.
vuelvo aunque tengo mapas de mar en las palmas de las manos
aunque he tenido la afición últimamente

de tatuarme laberintos en la carne
para memorizar otras salidas.
trazo líneas en la calle, divido la mirada en dos fronteras
le hago caso a los viejos
creo que el presente y el ayer son dos países paralelos
con problemas crónicos de inmigración.
a veces lluevo, reconozco tu talento acuático, te imagino chapotear, nadando junto al fondo.
entonces me canso

y desisto
y vuelvo a la tierra firme junto a mí
a los silencios de esta cama honda que es idéntica a la tuya y que se estira
a las postales de agua, a las fotografías de los tantos tus por los que siempre me liquido
por los que me hago escorrentía
por los que fluyo en el intento de alejarme
de empozarme en otra esquina
al azar
siempre dependiendo del fluir de las corrientes locas
siempre aunque me descubra cuerpo de agua y el agua nunca sepa
nunca
a donde va.

Sketch Party [Ciclo de proyecciones]

miércoles, enero 03, 2007

por aquello de las resoluciones y de tener las cosas claras


-Hay que cuidarse, Agneta. Uno se cuida a sí mismo, pero la posibilidad siempre sigue ahí.
-¿Posibilidad de qué?
-De meterte un balazo en la cabeza.
-Oh.
-A veces es terrible. La materia del artista es su propia mierda. Eso es tremendo. Un escritor, por ejemplo, tiene que revolver su propia mierda. Y saca cosas de ahí.
-Lo imagino.
-Una persona normal deja que la mierda se seque. Y la olvida. Una persona normal se olvida de todas las mierdas de su vida. De las que le hicieron y de las que no. Deja que toda esa mierda se sedimente y se seque y ya no apesta más. Pero un artista convierte esa mierda en materia prima. Material de construcción. Hace esculturas, cuadros, canciones, novelas, poemas, cuentos. Todo apestando a mierda fresca.
-Oh, Pedro Juan. ¿Pero por qué hablas así?

Agneta alejó el plato asqueada. Yo hablaba con los ojos cerrados y sólo bebía vino. Había comido suficiente pollo con ajo. No quería más. Abrí los ojos. La vi asqueada. Cerré de nuevo los ojos. Seguí hablando.

-El asunto no es si uno se pega un tiro en la sien o no. Te puedes meter un balazo y ya. Cuando no resistas más. Pero no hacerlo de joven. Hay que joder primero. Que se jodan los hijoeputas. Que tengan que soportarme. Que no les quede más remedio que soportar mis libros y cagarse en mi madre. Después ya veré qué hago. A lo mejor tampoco me doy un tiro y vivo alegremente, por mis cojones. Alegremente. Hasta los noventa años. O hasta los cien.
Fragmento del capitulo 4; La sueca. De la novela Animal Tropical, Pedro Juan Gutierrez; Anagrama, 2000.